EL PARO AGRARIO SIRVE PARA PENSAR EN EL CONSUMO
María Andrea Piraban Rodríguez
Especialización en Psicología del consumidor
Fundación Universitaria Konrad
Lorenz
Por estos días hemos vivido
el paro agrario y la resistencia de los campesinos y de otros sectores fuertes
de la economía nacional. Con sorpresa he evidenciado cómo la causa de la lucha
de los campesinos poco a poco ha ido sensibilizando a la población colombiana
que se solidariza con sus peticiones y manifiesta su inconformismo a través de
las redes sociales, participando en marchas, cacerolazos, foros y diferentes
expresiones de respaldo al paro agrario.
Y es que en durante 11 días de
saturación de imágenes referentes al paro a través de los medios de comunicación,
la sociedad colombiana se ha venido cuestionando el porqué del caos económico y
social que vive actualmente el país y qué podemos hacer para solucionarlo.
Nestor García Canclini en su trabajo:
el consumo sirve para pensar, reflexiona acerca de las nuevas reglas
neoliberales que controlan las fuerzas del mercado mundial y cómo éstas
influyen en el consumo de bienes y servicios. “No es que el consumo sea para
todos un lugar de consumo irreflexivo y de gastos inútiles. Lo que ocurre es
que la reorganización transnacional de los sistemas simbólicos, hecha bajo las
reglas neoliberales de la máxima redituabilidad de los bienes masivos y la
concentración de la cultura para decisiones en élites muy seleccionadas, lleva
a neutralizar la capacidad creativa de las mayorías.”
Y es que desde que los Estados están
entregando su administración a las empresas privadas, están entregando también
la soberanía y cultura de los pueblos al capital.
Las naciones latinoamericanas poco a
poco van perdiendo su identidad cultural y son las multinacionales quienes a
través de la masificación de los símbolos, moldean una masa amorfa para
convertirla en fanática de sus marcas, creando así la alienación de los pueblos
en torno al consumismo y a las sociedades desechables.
Con la apertura de los mercados, los
grandes grupos económicos se diversifican y según los estudios de Pierre
Bourdieu, de Jean Baudrillard y otros, las sociedades contemporáneas luchan más
por los medios de distinción que por los medios de producción. Quien controla
los medios de comunicación es quien tiene el poder.
En estudios como La distinción de Bourdieu,
pareciera que el consumo sólo sirve para dividir, ya que segmenta un grupo o
una clase cuyos miembros piensan y consumen bienes y servicios de manera
similar y así lo transmiten a otros. Es así como el consumo de ciertos objetos
se convierte de uso exclusivo de una determinada clase en la que se discrimina
a quien no lo posea o se acepta al individuo que pueda poseerlo.
Y pareciera que todos estos estudios
hoy en Colombia reflejaran una realidad de consumo general. La apertura de los
mercados sin una política clara de proteccionismo a ciertos productos sensibles
que han mantenido durante décadas la economía colombiana, prácticamente ha
llevado a la quiebra al sector primario.
Una sociedad contemporánea amasada por
patrones de consumo de marcas internacionales, que sigue modelos y
comportamientos importados porque la clase baja se cree mexicana, la clase
media se cree norte americana y la clase alta se cree europea, pierde su
identidad cultural y se burla de los rituales y las creencias de sus
antepasados, despreciando muchas veces
sus raíces y su cultura ancestral.
Sorpresivamente observo cómo la
población empieza a despertar del sueño profundo al que la han sumergido los
medios de comunicación, y por fin sentimos dolor de patria y queremos retomar
esos valores que se han perdido porque ya no aguantamos más.
Pero no solamente debemos protestar en
redes sociales, marchar y opinar dejándole las soluciones al gobierno de turno.
Es empezar a cuestionarnos acerca de qué
podemos hacer desde el consumo, para ayudar a que el sector agrícola pueda
salir de la crisis que la que hoy se encuentra.
Según Canclini, para que el consumo sea
un lugar donde se pueda pensar, básicamente se debe recolocar la posición de lo
público, debemos volver a creer en nuestras instituciones, en nuestros valores
y creencias propias de la cultura colombiana. Y para recuperar lo público, es
importante recuperar primero la conciencia del voto. Votar por un programa que
beneficie a las mayorías y no solo los intereses de los que mandan en el
mercado mundial.
Y empezar a recuperar nuestra identidad
apoyando la producción colombiana, volver al ritual semanal de abastecimiento
en las plazas de mercado o a las tiendas de barrio. Incentivar el consumo de
alimentos nacionales; a muchos se nos ha convertido en un ritual comprar
alimentos de marcas extranjeras; cereales, enlatados, carnes secas, quesos,
dejando en un segundo plano la producción nacional. Es romper con el paradigma
de que si compro extranjero tengo más status que si compro nacional.
Y lo más importante, transmitir estos
hábitos de consumo a nuestros niños. Enseñarles cuáles son los alimentos
propios de nuestra tierra, los platos típicos de cada región, volver al ajiaco
santafereño, al mute santandereano, a la papita criolla en vez de Mac Donalds.
Los horizontes globales del consumismo
poco a poco van cayendo. Y este señalamiento estimula a crear nuevas formas de
organización social y la visión de las sociedades como reguladoras del consumo
respetando los derechos individuales sobre los particulares.
Cambiando nuestros hábitos de consumo
desde la economía familiar podremos lograr el cambio global. Y como concluye
Canclini, “Sólo mediante la reconquista imaginativa de los espacios públicos,
del interés por lo público, podrá ser el consumo un lugar de valor cognitivo, útil
para pensar y actuar significativa, renovadoramente, en la vida social.”
REFERENCIAS
Garcia C. N. “El consumo sirve para
pensar” Cultura e identidad
http://www.uacj.mx/icsa/cys/CulturaySociedad/Unidad1/consumo.htm accesado el 23
de noviembre de 2005